martes, octubre 10, 2006

Walk the line

Autor
Por Carlos Castro

Vivir en un país Latinoamericano es una experiencia enriquecedora en todo momento. Para bien o para mal, las múltiples limitantes económicas, sociales, culturales o políticas tuercen los destinos de quienes nacimos de este lado del planeta.

Ir de compras al supermercado y salir con menos bolsas de compras porque el dinero no alcanza. Salir a la calle y ver más personas viviendo en la calle. Estar en algún local y contemplar niños vendiendo flores en horas en donde deberían estar jugando en sus sueños. Estar al tanto de las decisiones que tome algún político para saber hasta qué punto nos pueden o no perjudicar. Calcular cuánto se perdió con la última devaluación. Trabajar arduamente día a día sin que pase alguna semana en que sepamos que algún amigo perdió su empleo porque la empresa está peor o que alguna fue víctima del hampa común. Leer la prensa un domingo y ver que han muerto durante la semana más de 50 personas por la violencia de la ciudad…

Miles de cosas que al fin y al cabo son cosas que pasan en el día a día...y nos acostumbramos. Cada mañana suena el despertador y esos hechos vuelven a nuestro inconciente y nos orientan en cada paso a pesar de que “algo” puede pasar. Hace días recordé a Stephen King mientras caminaba por una calle poco iluminada. Miles de veces he caminado por ella a esa misma hora y por alguna razón ese día había algo diferente. Esa sensación me embriagó y me fue inevitable decidir detenerme a ver que era lo que pasaba….fue un momento muy cuesta arriba, que me costó varios pasos hasta que pude detenerme. Pero una vez de pie en medio de la calle mirando en derredor, esa sensación desapareció. ¿Miedo?

La gran pregunta surgió cuando llegue a mi destino: miedo a qué. Perder el control, ser una víctima más, no saber qué hacer, la obscuridad, lo desconocido, las ratas, “algo”: IT. Qué monstruo aturde nuestra conciencia y nos obliga a mirar por el rabillo del ojo cuando caminamos. Qué criatura está matando a los niños del pueblo, como narra la novela de King y destruye nuestra inocencia, sueños, deseos, anhelos…nuestro futuro. Dónde ha quedado ese instante de virginidad que nos fue robado en una vil y fútil violación.

¿Cuál es el mayor miedo que puede paralizar a una persona?: el miedo a vivir. Cada momento es un instante nuevo. Cada lugar, persona, anécdota, vivencia es un punto de autorrealización que puede marcar la diferencia entre que hoy sea un día normal, inusual o parecido a ayer. La rutina es buena consejera pero mata el deseo de vivir y el anhelo de probar e innovar las cosas. La distancia entre una acción u otra la marca nuestra actitud y nuestra capacidad de ver a los ojos a la criatura. Ella no necesita existir, ella no tiene porque mostrarse, ella no tiene que emitir un alarido para demostrar que sigue nuestros pasos o que nos espera en la próxima esquina en las sombras…IT existe cuando aceleramos el paso.

Nada es casual y días después de esa concienzuda violación, guiado por las críticas, comentarios, sugerencias, maldiciones y la controversia y sin conocer el libro vi “El Código da Vinci”, aquella estadía entre el frío y las cotufas avivó más el dolor del ultraje. Dejando de lado los argumentos y motivos para apoyar o no el mensaje de la historia, la cual no comparto, salí de la sala pensado: ¿Qué dirá el mundo de mí cuándo no esté?, ¿quién recordará?, ¿qué recordará?, ¿será diferente?, ¿cuál será mi linaje?, ¿por qué despertar en las mañanas al compás del despertador?
Mientras el cigarro se consume, las escenas traslucen una vieja pregunta: ¿Cuál es el propósito de la vida? Acaso este demonio nocturno está detrás del enigma. IT muere cuando nos detenemos y cada chillido tras la sombra, es una advertencia para quienes deciden hacerlo. Todo depende de uno mismo y de su capacidad creativa inspirada por lo que desea. Probando diferentes formas, cual Ave Fénix reinventarse y renacer de las cenizas, que hacen que la criatura siga o no viviendo.

Ese es el mensaje de la película de Saw: “Cada persona que pierde en el juego es porque le faltaba una pieza vital: el instinto de supervivencia”, nos dice el asesino. Miedo al monstruo. En este juego cotidiano lo importante es amar las circunstancias, dar lo mejor de sí, buscar en nuestro interior la raíz última de nuestro ser y encontrar el motivo real por el cual despertamos y entregarlo. Podemos terminar encadenados de un pie a una tubería mientras escuchamos el mensaje final: “cuál es la cura del cáncer, la misma que el propósito de la vida: la inmortalidad”, y sólo en ese momento comprenderlo todo.

Dejar secuela, un pensamiento rondando la pesadilla de quienes quedan, quedar inscrito en las líneas del tiempo en los labios de desconocidos. Quizás escribir estas líneas. Ser un padre ejemplar. Un profesional exitoso. Solucionar un problema que afecte a miles. Realizar una obra. Hacer feliz a alguien…es nuestra elección entre miles de cosas que nos convertirán en un ser mutable y penetrable que habite en la leyenda urbana…un miembro etéreo de la memoria histórica…el susurro del ayer.

Tal vez no sea la respuesta final pero: “peor que fracasar es no intentarlo”...en este punto me es inevitable tener presente la historia del cantante Jonny Cash en la película "Walk The Line"...hundirse en la mierda pero manteniendo las convicciones claras y constante hasta el fin encontrar la respuesta en quienes y quien a estado siempre... el hombre es un ser que siempre busca ser él mismo. Como dijo Sabato: uno inventa, busca, sueña, crea, fantasea, lucha, pero al final descubre que el fantasma persecutor es Uno Mismo.