viernes, julio 14, 2006

Inmortal y libre (I)

1.

¿Has comprobado alguna vez lo que puedes ver de tu propio cuerpo sin ayuda de un espejo? Yo he observado que sólo puedo verme por delante y por los lados, desde los hombros hacia abajo; si me retuerzo un poco, puedo ver también la parte de atrás de los pies y las pantorrillas; los labios también puedo verlos, adelantándolos un poco, y parte de la nariz, cerrando un ojo. Lo que no puedo ver en absoluto es mi cabeza, mi cara y mi espalda.

La causa de todo esto es que mi cuerpo se compone de elementos materiales, que está hecho de partes distintas unas de otras. No puedo dar un paso adelante y luego dar media vuelta parra contemplarme a mí mismo. La parte de mi cuerpo que observa o mira estará siempre separada de la contemplada. Dicho de otra manera: nada material puede replegarse sobre sí mismo; no se puede plegar una cuartilla de tal forma que la parte plegada cubra toda la cuartilla.

Todo esto es tan obvio que parece estúpido. Sin embargo, nos dice claramente que nuestra alma no es una sustancia material, porque el alma es capaz de hacer lo que no puede hacer el cuerpo. Puede, en efecto, reflexionar, como dicen los filósofos. Yo soy capaz de conocer algo, dar un paso adelante y examinar lo conocido. Yo puedo pensar y, al realizar ese acto, mi mente puede analizar el proceso de raciocinio. Puedo escoger el hacer esto en lugar de aquello, y, al mismo tiempo que escojo, puedo examinar los motivos. Puedo amar y, simultáneamente, sopesar y valorar mi amor mientras amo.

Esta capacidad de auto-conciencia que tenemos -la posibilidad de conocer y, al mismo tiempo, de conocer que conocemos- prueba que el alma no es una sustancia material, porque sería absolutamente incapaz de volverse sobre sí misma -de reflexionar- si estuviera hecha de partes, como toda sustancia material.

Ahora bien, si no es una sustancia material, ¿qué es?... Pues no puede ser otra cosa que una sustancia de otra clase, que los filósofos llaman simple, es decir, carente de partes, de tamaño, de cantidad. Una sustancia, en suma, espiritual. Dios es una sustancia de esa clase. Por eso es Espíritu, un Espíritu perfecto e infinito. Los ángeles también son sustancias espirituales, espíritus puros, aunque no perfectos ni infinitos. Finalmente, el alma humana -nuestro principio de vida, amor y pensamiento- también es una sustancia espiritual, un espíritu.

Otra prueba de que el alma humana es espiritual la tenemos en el hecho de que sea capaz de tener pensamientos abstractos. Hay un principio filosófico que dice que ningún efecto puede ser mayor que su causa. Las aguas de un río no pueden correr cuesta arriba, ni un mosquito parir un elefante. Aplicando esto al caso del alma, tenemos que si la mente humana es capaz de producir ideas inmateriales es porque el alma es inmaterial; es decir, un espíritu.

Si el alma humana fuese una sustancia material, sólo podríamos tener pensamientos materiales; es decir, solo tendríamos un conocimiento sensitivo. Sabríamos que tal objeto es blanco y tal otro negro, pero no tendríamos idea de la blancura y de la negrura en abstracto, ni podríamos especular sobre los efectos de los colores sobre las emociones humanas, como hacen los psicólogos. También podríamos saber que tal persona nos atrae y tal otra nos repele, pero de ello nunca podríamos deducir conceptos generales de bondad y maldad ni teorizar sobre el amor y el odio.

Si todo esto resulta posible es porque el alma puede elevarse por encima del conocimiento sensible y tener pensamientos inmateriales, espirituales, ya que el alma es ella misma un espíritu y puede causar un efecto proporcionado.

Ahora bien, siendo como es un espíritu, tiene que ser inmortal, ya que, por definición, un espíritu es una sustancia simple, que carece de partes y no ocupa lugar en el espacio (no es que una parte de mi alma esté en mi cabeza, otra en mis manos y otra en mis pies, sino que toda mi alma está en cada parte de mi ser, como todo Dios está en cada parte del Universo).

Siendo el alma una sustancia simple, ajena a las limitaciones de la materia, es evidente que no hay nada en ella que pueda descomponerse, destruirse o dejar de ser. La muerte es la separación de las partes componentes de un organismo vivo, pero, en el caso del alma, no hay partes que puedan separarse. Dios nos ha revelado que el alma humana es inmortal, pero incluso prescindiendo de la revelación, se puede llegar a comprenderlo haciendo uso de la razón.



Trese, Leo J., La sabiduría del cristiano, Palabra, Madrid 1983, 33-36.

# 13 VID - El sentido de la vida - Categoría: Vida (The Meaning of life - Life)